miércoles, 9 de marzo de 2016

High-Rise (Rascacielos) o el escritor antes que el público



Tuve la ocasión de ver esta película en el festival SyFy en compañía de mi colega Magnus. En este enlace a su bloc podéis encontrar una reseña menos favorable de está película, así como de otras muchas de dicho festival.

Habiéndome fascinado en su momento la novela “High-Rise” (en España traducida como “Rascacielos”) de J.G. Ballard sentí una enorme curiosidad en cuanto supe que había sido adaptada al cine. ¿Cómo no iba a sentirla? Me cuesta imaginar una novela más difícil de llevar al cine. El argumento es tan demencial como que los habitantes de un nuevo rascacielos enloquecen y se destruyen entre sí. No fue concebida para ser un éxito de masas sino como un experimento literario sobre la autodestrucción, como una burla hacia la arquitectura moderna e incluso como una parábola marxista sobre la lucha de clases. Ni siquiera tengo claro en qué género podría clasificarla. Seré muy claro: “Rascacielos” es una enorme gamberrada que reseñé en su momento. 
            No tardé en descubrir el resultado porque “High-Rise” fue la película de clausura del festival SyFy 2016. Me preguntaba cómo habría el director cambiado la historia para hacerla más accesible al público. Para mi estupor descubrí que el guión de Amy Jump era completamente fiel al libro y que el director Ben Wheatley tampoco se había desviado de su espíritu transgresor. Viví la experiencia de ser uno de los poquísimos que disfrutaban la película con entusiasmo mientras el resto de la sala se sumía en el estupor y el asco. Un espectador anónimo incluso compartió en voz alta (sí, el festival SyFy es muy campechano) que aquello era “un truño”.
            Lo siento por aquellos que esperaban otra cosa o simplemente fueron atraídos por nombres famosos como Tom Hiddelston, Jeremy Irons o Sienna Miller (que cumplen perfectamente con sus papeles), pero yo tengo que reivindicar este “truño” como un ejemplo modélico de adaptación que no se limita a respetar el argumento sino que recoge su espíritu transgresor y repulsivo.
Puedo imaginar las objeciones de quienes pasaron un mal rato.
“Pero es un argumento absurdo. Los personajes enloquecen porque sí, sin ninguna explicación.” Sí, es un argumento irreal como la novela que adapta. Precisamente por eso es una novela fantástica y no realista, porque parte de una premisa imaginaria. Podría haber un niño que se va a una academia de magos o un tipo que adquiere superpoderes porque le muerde una araña mutante, pero Ballard eligió un rascacielos que desquicia a sus habitantes. Aunque entiendo que para muchos espectadores la película ganaría verosimilitud si hubiera un alienígena telépata de por medio.
            “Pero es repulsiva.” Como el libro, insisto. Además eso queda muy claro en los primeros minutos, en que se nos muestra el mismo principio impactante de la novela. Aunque es cierto que ver ciertas cosas puede ser más impactante que leerlas. Pero esto es cine y el director utiliza el lenguaje visual con el mismo entusiasmo de Ballard. A esto añadamos un uso muy notable de la música y tenemos escenas muy perturbadoras. No, no es una película que deje buenas vibraciones en el espectador.
            “¿Y no es pretenciosa?” Mucho, otra vez como la novela. Ballard no ocultaba su simpatía por la extrema izquierda y el director hace lo mismo aunque éste sería un punto fácil de obviar. “Rascacielos” es una parábola de la lucha de clases pero Ballard nunca es explícito. Se puede intuir por la lucha desquiciada de los inquilinos por ascender puestos y el conflicto entre los de arriba y los de abajo. Aquí el director hace una mención explícita para que nadie tenga dudas. Quizá sobraba, como el detalle de ambientar la película en los años setenta como la novela, cuando es tan atemporal. En cualquier caso son muestras del enorme respeto por el autor.


Sí, “High-Rise” es una película repulsiva y absurda que sólo recomendaría a un lector de la novela o a alguien con gustos morbosos y peculiares. Pero es que el director nunca pretendió ofrecer algo distinto a la novela y lo consiguió, aunque debía imaginarse que no gustaría.  Su único error fue elegir una historia que no podía triunfar. El guionista y el director prefirieron homenajear a uno de los grandes de la ciencia ficción a ganarse el favor del público. Tampoco creo que hubiera podido hacer como otros con “Tropas del espacio” o “La guerra de los mundos”: tergiversar la historia hasta convertirla algo completamente distinto a lo que pretendían Heinlein o Wells. En vez de eso prefirieron pensar en Ballard, fallecido en 2009.

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